El mundo opera bajo la ley de la naturaleza. Esta ley se aplica a todos los seres vivos durante el paso entre el nacimiento y la muerte. Ese pasaje puede durar solo unos segundos o extenderse a lo largo de cientos de años. Lo que realmente importa es lo que contribuyes durante ese pasaje. Si tus acciones van en contra de la ley de la naturaleza, dañando el medio ambiente o aumentando el dolor en la vida de los demás, invitas al miedo, la ansiedad y los placeres fugaces. Estas emociones surgen de la ilusión de que de alguna manera eres superior a la naturaleza. Pero no lo eres. Tú no eres el amo. Eres simplemente un participante, tratando de sobrevivir, mientras que el verdadero maestro, la inteligencia divina detrás de la naturaleza, es la que sostiene tu vida. Tu tiempo aquí no está bajo tu control. Y cuando ese tiempo expira, todo lo que decías ser se desvanece. Siempre fuiste parte de un juego divino mayor, guiado por la misma fuerza que creó y defiende la ley de la naturaleza. Cuando vives alineado con ese orden divino, vas más allá de la mera supervivencia. Empiezas a vivir con un propósito. Contribuyes a la creación de mejores condiciones para todos los pasajes que se desarrollan a cada momento, para los millones de seres vivos que comparten este mundo contigo.
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