Hemos sido domesticados. Convertidos en ganado. Alimentados con información procesada, alojados en cajas de concreto, entrenados para seguir horarios establecidos por otros, condicionados a depender de sistemas en lugar de nosotros mismos. Pero algo antiguo está despertando. Una inteligencia primitiva que mantuvo a nuestros ancestros vivos durante milenios, instintos que ahora hemos enterrado bajo la llamada "civilización". El cazador moderno no rastrea animales, rastrea oportunidades. No recoge bayas, recoge activos. Construye sistemas. Pero los instintos básicos siguen siendo los mismos. Autosuficiencia. Conciencia de recursos. Reconocimiento de patrones. Evaluación de riesgos. Acción inmediata cuando se presenta una oportunidad. Los cazadores-recolectores no esperaban permiso para comer. No suplicaban a las autoridades dónde encontrar agua, ni siquiera, pedían papel higiénico. No necesitaban instituciones para validar sus estrategias de supervivencia. Solo evocaban instintos fríos y duros: se adaptaban a las condiciones y se movían cuando era necesario. Eso es a lo que estamos regresando. No a cazar y recolectar físicamente, sino mentalmente. Espiritualmente. Financieramente. El futuro no es más civilización. Es mejor salvajismo.
5,27K